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DISCURSO DEL DOCTOR GUILLERMO BARRERA BUTELER

ACTO DE ASUNCIÓN DE AUTORIDADES

1 DE AGOSTO DE 2018

 

Muy buenas tardes señor Rector, señor Vicerrector, señora presidente del TSJ, autoridades universitarias, provinciales y municipales, colegas docentes, y de la Academia Nacional de Derecho de Córdoba, trabajadores Nodocentes, queridos estudiantes y egresados de esta Casa.

Me dirijo en definitiva, a toda la comunidad educativa de esta Facultad de Derecho. Lo hago en primer lugar para agradecer que me hayan dado este privilegio histórico de convertirme en el primer Decano, en más de dos siglos de vida de existencia de esta Facultad, de ser elegido por el voto directo de los miembros de los claustros universitarios.

Es verdad que el proceso de democratización de la Universidad no es nuevo, estamos celebrando los cien años de la Reforma Universitaria, a partir de cuando se inicia el proceso de democratización de la Universidad. Pero no cabe ninguna duda que la elección de decano y vicedecano de manera directa y que por primera vez vivimos en esta Casa, (otras Facultades ya la han vivido el año anterior) es un paso trascendente en esta línea.

Quiero agradecer también a los maestros que me han formado en el Derecho, a todos los maestros de esta Casa que me han formado en el Derecho. No puedo mencionarlos a todos porque me llevaría mucho tiempo, pero quiero concretar mi agradecimiento en dos maestros que han marcado de manera fundamental y trascendente a mi formación jurídica, me refiero al doctor Pedro José Frías y al doctor Fernando Martínez Paz.

Quiero agradecer también a mi familia, a mi familia que me ha aguantado, que me ha soportado ausencias, que me ha apoyado a pesar de mis ausencias, en todas estas aventuras que he encarado por la pasión por la Universidad, que me ha llevado toda la vida. Que me ha llevado, además de la Cátedra, a involucrarme en la política universitaria desde el año 1996, en el que como candidato suplente a Consejero en la lista de Recuperación Académica apoyando al doctor Yanzi Ferreira, ingresé por primera vez a involucrarme en la gestión y desde allí no me fui más; del Consejo Directivo, al Consejo Superior, después fui Vicedecano, de vuelta Consejero, y ahora aquí. Y mi familia me ha aguantado en todo eso. Agradezco a toda mi familia y muy especialmente a Marité, la compañera de toda mi vida.

Sin lugar a dudas, es un desafío inmenso suceder en la gestión a dos decanos que han dejado una huella imborrable en esta Facultad por la fecundidad y la fuerza transformadora de su accionar, me refiero a los doctores Yanzi Ferreira y Aspell. Todos sabemos a qué me refiero y por eso no voy a abundar en detalles de esta afirmación que no  necesita ser justificada.

Ustedes comprenderán que, si a eso se le suma que está aquí presente el exdecano, Rafael Vaggione a quien también debemos una inmensa labor de construcción y avance de esta Facultad. Bueno, tengo la vara muy alta. Tenemos muy alta la vara con Edgardo. Pero pese a eso me atrevo a asumir el desafío. Me atrevo a asumirlos porque hay dos cosas que me dan seguridad: por un lado, las excepcionales condiciones humanas y técnicas de mi compañero de fórmula, mi vicedecano, mi querido amigo Edgardo y por otro lado, porque tengo la certeza que en esta aventura voy a contar con el apoyo de toda la Comunidad Educativa de la Facultad de Derecho, porque me lo están haciendo sentir en este momento.

Nos proponemos proseguir y profundizar los avances de nuestra Facultad en esta tarea siempre inacabada de la búsqueda de la excelencia académica. Queremos lograr la excelencia en las tres dimensiones que tiene la misión estatutaria de nuestra Universidad, la enseñanza, la investigación y la extensión.

Ahora, para señalar algunas líneas, nuestro primer objetivo es lograr terminar de acreditar nuestra carrera de abogacía en los términos del art. 43 de la Ley de Educación Superior, demostrando que nuestra Facultad cumple sobradamente las condiciones académicas para responder satisfactoriamente a todos los estándares exigidos por la Resolución N°3401/17 del Ministerio de Educación de la Nación. A este proceso lo estamos llevando adelante de la manera abierta y participativa, no es un trabajo de gabinete, sino que la Secretaría Académica y toda la estructura de la Facultad está poniendo en marcha consultas y trabajo en equipos y todos ustedes lo saben, así que no voy a insistir en esto. Los estamos molestando con reuniones y lo vamos a seguir haciendo hasta que tengamos cumplido este objetivo.

Además de ese objetivo inmediato, creo que entre las distintas expectativas que la sociedad tiene puestas en nosotros, la primera y principal es que logremos la máxima calidad posible en la formación de profesionales del Derecho. Y cuando hablo de la máxima calidad en la formación de profesionales del Derecho me estoy refiriendo no solo a la calidad en la formación técnico-jurídica, sino además y principalmente, en la formación plena como personas humanas. Esto no es invento mío, esto es lo que manda el art. 2 del Estatuto Universitario.

¿Qué significa esto? Significa que tenemos que formar personas íntegras, con principios y valores. Personas que quieran poner su saber al servicio de la justicia y muy especialmente en defensa de los más débiles. Entonces, permítanme que renueve esa invitación, que no ha sido un mero slogan publicitario, a que sigamos construyendo juntos la Facultad.

Digo que sigamos, porque no es difícil darse cuenta que no somos más que un eslabón dentro de esta larga cadena de 400 años que lleva de vida nuestra Universidad enseñando Derecho. No creo en las re-fundaciones ex nihilo; nuestro presente siempre es fruto e hijo de nuestro pasado y a la vez es fundamento del futuro que vamos a dejar a los que nos siguen.

Sigamos construyendo, decimos. Y hablamos de construir, pero de construir no solo en el sentido de construcción arquitectónica. En ese sentido ya hemos visto ya sobradamente cuánto se ha avanzado en ese sentido en las últimas décadas. Me refiero a construir en esa acepción más amplia que la Real Academia de la Lengua Española le da a la palabra: construir como “hacer algo utilizando los elementos adecuados”. Y ¿qué es ese algo que tenemos que seguir construyendo? La comunidad educativa. Tenemos que continuar con esa tarea, porque esa construcción no es algo que se realice de una vez y se acabe, es un proceso permanente.

La comunidad educativa no es un ente abstracto, sino una comunidad de personas concretas de carne y hueso, entre las cuales se entretejen vínculos y relaciones personales. Por eso, para seguir construyendo, es necesario renovar los lazos de afecto y cordialidad, en un marco de pluralismo, en un marco de respeto absoluto y recíproco al que piense distinto de nosotros. En cualquier sentido, en sentido jurídico, en sentido político, en todo sentido, porque de eso se trata el pluralismo: convivencia y diálogo entre quienes pensamos distinto.

Ese clima de afecto, de cordialidad y respeto es presupuesto indispensable para cumplir la función de educar, para la cual estamos acá los docentes. Y, permítanme repetir hacer mías las palabras de un autor, que nos dice que la mejor forma de educar es educar desde la alegría. No me refiero a una alegría ingenua y despreocupada, sobre todo despreocupada de la realidad; de esa realidad que a veces es dura y nos interpela, que hasta desgarradora se nos muestra en ocasiones. No, me refiero a la alegría como esa sensación de plenitud que surge cuando uno da todo de sí mismo al servicio de otros. Y eso es lo que hace un buen docente. Dar todo de sí, para comunicarle a sus alumnos lo que conoce, para ayudarlo en su formación. Si esa dación del docente se complementa con una respuesta proporcionada del estudiante, indudablemente tenemos un clima de alegría plena, no de aquella alegría ingenua. Debemos educar con alegría, entonces, en este sentido.

Queremos seguir construyendo una comunidad y una comunidad no es una mera yuxtaposición de personas. Para que haya una comunidad debe haber factores cohesionantes que, en una comunidad son un conjunto de principios y valores compartidos y un objetivo común.

En el caso de nuestra comunidad educativa de la Facultad de Derecho, los principios y valores compartidos son y no pueden ser otros, que los principios fundantes del Estado constitucional argentino. Me refiero a la dignidad de la persona humana como presupuesto antropológico y cultural, sumado a la república federal y democrática, como consecuencia organizativa al servicio de aquel presupuesto. Estos son sin duda los principios compartidos en la comunidad de nuestra Facultad de Derecho.

El objetivo común es la búsqueda de la excelencia académica. ¿Ahora, como lograrlo? En primer lugar, creo que hay algo muy simple y que está al alcance nuestro, si queremos. Estoy convencido que si todos y cada uno de los miembros de la comunidad académica nos empeñamos, dentro de nuestros respectivos roles, simplemente, en hacer las cosas como deben ser hechas, vamos a haber dado un paso muy grande en el avance hacia el logro de la excelencia académica. Por eso les pido a todos que trabajemos en este sentido.

A los profesores, a los colegas profesores: ¡Tenemos que poner alegría en nuestra enseñanza! Enseñar con alegría significa tener un encuentro personal con los alumnos. Valorarlo a cada uno como persona y no considerarlo un número. Procurar llegar no sólo a su intelecto, sino también a su corazón, para sacar de ellos lo mejor. Eso requiere tener una actitud de cercanía, de comprensión, de generosidad. Y significa además vencer tres enemigos muy fuertes, tres tentaciones muy fuertes: el escepticismo, la apatía y la indiferencia.

Es cierto que los datos objetivos de la realidad a veces tienden a empujarnos hacia el escepticismo, la apatía y la indiferencia.  También es cierto que no es propio de un buen docente, disimular ni esconder los datos objetivos de la realidad, a veces cruel. ¿Qué debemos hacer entonces?  Yo creo que el docente debe asumir esos datos objetivos, si son negativos también y con más razón. Asumirlos y trabajarlos con los alumnos desde una perspectiva de esperanza. Y, si me preguntan, en ese contexto, de esperanza ¿en qué?, les digo que estoy convencido de que tenemos que transmitirle a nuestros alumnos la esperanza de que el derecho que les estamos enseñando puede ser, si lo usan bien, una herramienta que les permitirá construir un mundo mejor y superar esos datos objetivo que nos tiran abajo como las injusticias, la pobreza, la falta de igualdad de oportunidades, etc.

La búsqueda de la excelencia, supone entonces una actitud del docente: la alegría y la esperanza. Pero supone también esfuerzo. Esfuerzo no solo en el cumplimiento de las obligaciones regulares y ordinarias como dictar todas las clases, ser razonablemente puntual, desarrollar los programas, ser justo en las evaluaciones. Esas obligaciones las doy por descontadas, son las mínimas. Pero hay otro esfuerzo imprescindible: el del perfeccionamiento y la actualización.

No se me escapa y creo que es justo destacarlo, que nuestra Facultad de Derecho tiene un alto nivel, altísimo nivel académico, en sus docentes. Nuestra Facultad de Derecho tiene un muy alto número de títulos máximos entre sus profesores. No solo entre los profesores titulares y adjuntos, sino también entre los profesores auxiliares. Incluso entre quienes aspiran a ingresar a la docencia; muchas veces tenemos que seleccionar entre los aspirantes que han culminado su adscripción para cubrir suplencias o interinatos y nos encontramos con que hay gente con doctorados o con maestrías y también con larga experiencia docente. No son casos aislados, hay muchos.

Pero de todos modos, como la excelencia se persigue siempre pero no se alcanza nunca en plenitud, tenemos que continuar esforzándonos porque el perfeccionamiento y la actualización tiene que ser constante para el docente.

Tenemos que perfeccionarnos y actualizarnos, no solo en los ámbitos de nuestras respectivas disciplinas, que también requieren actualización porque en este mundo, en esta sociedad compleja cambiante en que vivimos, todos los días tenemos desafíos y nuevos problemas a los que debemos dar nuevas respuestas. Además, nos tenemos que actualizar y perfeccionar en los métodos de enseñanza.

No podemos seguir enseñando Derecho como hace un siglo. Es necesario actualizar la metodología. Por eso les pido colegas docentes, aprovechemos, la Facultad tiene a disposición nuestra y no siempre se utilizan en plenitud, una serie de herramientas: cursos de perfeccionamiento docente, sobre metodologías, recursos didácticos, oratoria, cursos de pizarra digital, asesoramiento pedagógico a profesores, cátedras y equipos de cátedras, aulas virtuales como complemento de la enseñanza presencial, laboratorio de recursos hipermediales, para la elaboración de material audiovisual. Esto último se está haciendo ya pero de manera muy incipiente y con Edgardo García Chiple estamos dispuestos a fortalecerlo. Vamos a procurar adquirir material de tecnología de última generación para optimizar los resultados en este ámbito.

Ahí está el esfuerzo de los docentes y esa dación requiere una respuesta adecuada de los estudiantes. Si no la hay esto es inútil. ¿cuál debe ser esa respuesta? Y, es muy simple, estudiar con idéntica alegría y esfuerzo.

Por eso les digo a todos los queridos estudiantes que están aquí presentes: Ustedes, como alumnos de una Universidad pública tiene el deber de redoblar el esfuerzo. ¿por qué? porque ese es el modo en que ustedes le deben reconocer a la sociedad que haya decidido tomar a su cargo el costo de sus estudios en la Universidad gratuita. Así lo ha decidido y establecido como mandato constitucional. Entonces, queridos estudiantes, no se enojen cuando sus profesores les exijan al máximo, porque esa exigencia es un acto de amor, esa exigencia es un medio para sacar de ustedes lo mejor, para lograr de ustedes personas íntegras, además de profesionales idóneos capaces de destacarse en un mundo que cada vez es más competitivo. Sin exigencia, quizás ustedes obtengan un título, pero no van a tener competitividad.

El primer derecho de los estudiantes que la Universidad y la Facultad deben garantizar es el derecho a estudiar, derecho a aprender según el artículo 14 de la Constitución Nacional. ¡Ejérzanlo!

Ahora, demos un paso más. Este derecho constitucional de aprender, no se satisface por parte del Estado con tener, solamente, una Universidad gratuita. Hay que ir más allá, no solo porque yo lo digo y porque es justo, sino porque lo manda nuestra Constitución. El artículo 75, inc. 19 CN, nos dice que las universidades públicas deben ser gratuitas y equitativas y cuando hablamos de equidad estamos hablando de un plus sobre la gratuidad, que le impone a la Facultad llevar a cabo acciones positivas para remover las desigualdades de hecho que en algunos casos obstaculizan el derecho de aprender a algunas personas, por la particularidad de la situación de vida que les toca atravesar. Por eso, estamos decididos a continuar apoyando con toda firmeza y con toda decisión, todos los programas, actividades y políticas de inclusión que viene llevando adelante la Facultad.

En especial, me refiero a todas las acciones para apoyar el estudio de no videntes, todas las acciones tendientes a la asistencia a discapacitados, las tutorías individualizadas para ayudar a aquellos alumnos que encuentran dificultades para avanzar en sus estudios por algún motivo. Y finalmente, ya se hizo referencia aquí al programa de estudios, de enseñanza del Derecho en la cárcel; el programa PUEDE que se lo debemos a la querida Marcela Aspell. Yo estuve acompañándola en ese momento y como ya recordó el doctor Yanzi, recientemente hemos tenido el primer egresado Abogado que ha cursado sus estudios en contexto de privación de libertad.

La alegría y el esfuerzo dan frutos.

Nos hemos referido a los docentes y a los estudiantes, pero esto también tiene que hacerse extensivo a los otros claustros. También son necesarias la alegría y el esfuerzo de los trabajadores no-docentes y de los egresados.

A los trabajadores nodocentes que prestan un servicio imprescindible para hacer posible la enseñanza. No sería posible la enseñanza sin esta labor cotidiana y permanente de ustedes. No hay posibilidad alguna de excelencia académica sin ese servicio esencial y tampoco si no se cumple con dedicación y precisión, con entrega y vocación de servicio. No hay alguna posibilidad de convivencia armónica en comunidad si ese trabajo no se cumple con alegría, con la alegría de servir. Y además, hace falta esfuerzo; esfuerzo en el cumplimiento de la tarea diaria y en la capacitación constante.

Claro, todo esto requiere como contrapartida por parte de la Universidad, de la Facultad, el respeto riguroso de sus derechos laborales y, además, realizar los mejores esfuerzos para seguir, día a día, mejorando sus condiciones de trabajo, que deben ser dignas y equitativas.

La entrega y la vocación de servicio merecen una retribución justa. Eso es una consecuencia de la dignidad de la persona humana. El trabajo en favor de la comunidad es una de las exteriorizaciones más sublimes de la persona humana, el trabajo dignifica. Pero además el respeto de los derechos de los trabajadores es un mandato constitucional y legal, y con el Vicedecano nos comprometemos a hacer todos los esfuerzos que estén a nuestro alcance para cumplirlo rigurosamente.

En cuanto a los egresados, también necesitamos las mismas actitudes. Necesitamos que pongan el esfuerzo y que cumplan también con alegría ese rol particular que tienen  ustedes, de hacer de vínculo entre la Facultad y aquellos ámbitos de la sociedad en que se ejercen las profesiones relacionadas con lo jurídico. No solo digo la abogacía, sino las distintas profesiones relacionadas con lo jurídico, para las que titulan las diversas carreras de estas Casa. El notariado, el profesorado y las tecnicaturas próximas a ponerse en marcha.

Este vínculo debe enriquecer a la comunidad educativa en un doble sentido: ustedes egresados deben traer a la Facultad lo que encuentren como nuevas necesidades que se van advirtiendo en esos ámbitos de las sociedad y a las que la Facultad pueda dar respuestas; es decir traer esos insumos desde la sociedad a la Facultad.  Pero también hay otro esfuerzo: ustedes tienen que salir a la sociedad. Y tienen que hacerlo, como dice el lema de nuestro escudo, llevando el nombre de la Universidad Nacional de Córdoba entre las gentes, “Ut porten nomen meum coram gentibus”.

Para eso y para cumplir dignamente ese rol. Es importante el esfuerzo en la capacitación permanente y la Facultad tiene disponible para ustedes, gran cantidad de seminarios y cursos de actualización sobre distintos temas jurídicos. Vengan, no se alejen de la Facultad y, quienes están próximos, llamen a otros colegas a que se acerquen, sobre todo si son egresados de esta Casa, para que sigan llevando dignamente el nombre de la Facultad entre la gente.

Pero si quieren dar un paso más allá y siempre hay que darlo, siempre que se pueda, es sumarse a la abundante oferta de posgrado que tiene nuestra Facultad.

Hoy tenemos en proceso de acreditación cinco carreras de Posgrado. Están próximas a abrirse dos nuevas Maestrías. Tenemos y vamos a continuar con los mecanismos de doble titulación con otras Universidades y también, hemos conversado con Edgardo y estamos decididos a trabajar para la pronta implementación del Posdoctorado en nuestra Casa.

Colegas egresados, entonces usen estas herramientas que pone la Facultad a su disposición.

Sabemos que la tarea que vamos a asumir no es fácil, sabemos que los medios económicos, probablemente sean escasos, pero me anima a enfrentar ese desafío este apoyo, que más allá de los números de las urnas, y del Acta de Proclamación, este apoyo que siento, que percibo, de la comunidad académica.

Ese apoyo me hace sentir esperanza en que vamos a cumplir los objetivos. Además, de alguna manera, así nació nuestra Universidad. Allá en 1610 un grupito de jesuitas, sin medios económicos pero con esperanza, fundaron el Colegio Máximo y con eso, colaboraron para construir un mundo mejor en estos reinos de Indias y ayudaron en la defensa de los derechos de los indios frente a los encomenderos con las Ordenanzas de Alfaro.

La escasez de medios subsiste lamentablemente, pero depende de nosotros, comunidad educativa, que subsistan también y con la misma fuerza, la esperanza y la vocación de defender la justicia y los derechos de los más débiles.

Para terminar, y parafraseando a Winston Churchill, creo poder sintetizar todo lo anterior diciendo que no vengo a ofrecerles sangre sudor y lágrimas, pero si a pedirles, sangre, sudor, alegría y esperanza.

Muchas gracias